Conseguir defraudarme tanto como para plantearme no dirigir nunca más la palabra a alguien, es muy meritorio. Digno de encomio, ciertamente. Pero jugarse mi amistad de esta forma no es para sentirse orgulloso aunque, quien sabe, quizá a algunas personas les sobren los amigos.
Cuando no conoces bien con quien tratas, tienes que ir tanteando el terreno, no se pueden decir según qué cosas, o te arriesgas a ofender; menos todavía si es para poder vanagloriarte de algo como eso.
Yo también estoy harta de muchas cosas, de esperar demasiado de los demás, de la gente que pretende engañarte sin darse cuenta de que en todo momento sabes que te están engañando, y aún así, porque no quieres empezar una confrontación que te va a llevar a despedidas amargas, aguantas sus mentiras, al menos hasta que te sientas preparado para dejarlos ir.
Hoy he leído una de esas frases que te llegan, que se convierten en inolvidables por lo que expresan:
"Cómo dejas que alguien se marche? ¿Cómo sabes que eso está bien, que todo cambia? ¿Cómo encuentras la forma de sentirte a gusto en la vida sin que te parta el corazón? Lo más difícil que puedes aprender, es a decir adiós"
En mi vida he tenido que decir adiós a mucha gente. A algunos para siempre. Y hay días en que aún duele; tanto, que ni quieres recordarles, para que la herida no vuelva a abrirse y no sepas cuando vas a poder dejar de llorar.
He perdido muchas cosas en el camino. Demasiadas. Por eso no estoy dispuesta a perder más. Pero que te causen dolor a propósito es cruel e indigno. Solo espero que haya merecido la pena el esfuerzo.
